viernes, 14 de noviembre de 2008

¿A qué huele una mujer?



No es noticia, durante siglos las mujeres hemos sigo estigmatizadas sobre la manera en la que deberíamos lucir, vestir, decir, hacer u oler. Y no sólo por los hombres. Inclusive las propias féminas tenemos alguna idea de la mujer ideal y la defendemos como si ello fuera el agua bendita o el pan nuestro...
La primera vez que yo olisquié las manos de mi madre me pareció que su olor era extraño. Con la prudencia que a mí me caracterizaba desde entonces no lo mencioné. Tal vez le pregunté y ella, llevándoselas a la naríz me contestó extrañada, "a nada".
En el tocador de ella, como en casi todos los tocadores, frascos de perfume, cremas y talcos (para la fecha muy usuales entre las señoras) no faltaban. Recuerdo que uno de mis pasatiempos favoritos era ir y revolcarme en ellos, tanto como en sus cosméticos, collares y artículos varios. A esa edad casi todo era actuar por repetición así que un poco de ella tal vez me haría más grande.
La primera vez que me llevé a la naríz las manos de mi madre su olor no era agradable. Yo acostumbraba a verla mientras se vestía, peinaba y maquillaba. Veía cómo buscaba los zapatos adecuados y las pantimedias también. La estudiaba mientras escogía el bolso perfecto y, por último, aquél collar y aretes. Un apretón en el perfume de su predilección (en el momento el que estuviera de moda) y estaba lista. Su mirada en el espejo era importante. Aunque miraba hacia el frente sus ojos también estaban mirando hacia adentro, esa era, y es, la mirada de mi madre.
La primera vez que yo aspiré el olor de sus manos no me gustó lo que encontré. No sabía qué era ese olor y ella tampoco me ayudó. Algunos años después, cuando yo ya tenía una familia, una casa y mis reglas propias, por accidente me llevé mis manos hacia la naríz. Cuál sería mi sorpresa, era el olor de mi madre. Descubrimiento.
Luego de llevar el ritmo de mi propia cocina, es decir, cocinar para los míos lo que a mí me apetecía, supe que aquél olor no era otro que el del ajo y la cebolla. Los que, por cierto, no se quitan fácilmente.
Recordé la comida de mi madre, aquella mesa rodeada de 7 hermanos y hermanas, mi padre y mi madre y aquél visitante inesperado que no faltaba diariamente: una amiguita de la escuela, primos, primas, tías, tíos o cualesquiera que "inesperadamente" visitara la casa de mi madre cerca del medio día... sabían que ahí las ollas eran de tamaño extra-familiar y la comida, a Dios gracias, era siempre abundante, nutritiva y deliciosa. Si no, siempre estaban los frijoles.
¿A qué huele una mujer? Dudo que el perfume más característico de una Mujer sea el de las violetas, el jazmín, patchulí o las rosas. Me parece que el más real es el de las especies, el ajo, la cebolla y la vida.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El olor de la madre es a perfume, a su piel donde nada malo del mundo puede tocarnos, a su pericia para mantenernos bien alimentados y también a medicina horrenda para aliviar la fiebre. El olor de la madre es testimonio de nuestro origen y del amor incondicional que nos profesan.
Gracias Czarina, por compartir este recuerdo tuyo.

Anónimo dijo...

Muy padre, sobre todo el final.

Carmen irene

lourdes carranza dijo...

me encanto czarina, felicidades!!