jueves, 2 de septiembre de 2010

De regreso

Empiezo la crónica de hoy frivolizando un poco. Te presumo que tuve una hora de primera en mi vuelo de BA, este viernes pasado, cruzando el Atlántico, de Londres a Mexico City. La cosa es que esta vez pude realizar sin problemas mi check in via internet y por fortuna reservé el asiento de salida de emergencia de clase turista, ese ancho y espacioso asiento, donde los pies no se te convierten en pelotas de beisbol en las más de 11 horas que dura el vuelo. Bueno, esto es el inicio de un cómodo viaje, amplitud para mi espacio corporal, pantalla de brazo individual, solo un campañero de viaje... y ahí viene el asunto de "primera": el baño de esta selecta clase se encontraba a menos de 5 metros de mi cómodo lugar de turista y con toda naturalidad, lo usé en varias ocasiones.


En uno de los viajes de regreso a mi asiento, al pasar por uno de los cómodos sillones cama de lujo, me apoyé en él. La aeromoza encargada del área, un poco snob, me vió allá aposentada experimentando entre cojines, mantas y botones, y en lugar de reprimirme, con tono de perdona vidas, me dijo que podía acomodarme ahí por un rato. No me tocó la hora de la comida, ni tampoco la de los masajes, mucho menos algun aeromozo atractivo y seductor, jaaa!, pero digo yo que debe de haber masajes con esos precios, y la comida mínimo caviar???
Dicho sea de paso, uno de los alicientes de los vuelos intercontinentales son los momentos de la comida, a mi me gusta abrir los paquetitos y cajitas, aunque la digestión sea de lo más pesada, y no sepas nunca lo que comes.


Volviendo al tema, tuve una hora de comodidad un poco sobrevalorada la verdad, en mi humilde opinión de clase turista, un boleto en esa clase cuesta el triple que el mio, y ya sabrás que no es barato. Lo mismo piensan muchos pasajeros que con o sin consecuencia de la crisis, no eligieron en ese vuelo la carisima clase. Solo alcanzé a ver a tres pasajeros, de cierta edad y de clase social confusa, a lo mejor a ellos como a mi, les dejaron sentirse de primera por un rato.


Pero a parte de esa anécdota, el viaje de regreso a México sigue siendo largo, pesado, con interminables y melancólicos pasillos que separan dos mundos, mis dos mundos. Dos mundos que comparto y extraño por igual, al nuevo llego con ganas de abrazos, con sorpresa en color verde, que bonito así pintado el desierto, con expectativas y muchas ganas.

Del viejo me voy no tan ligera de equipaje, llevo apapachos, charlas interesantes, muchas risas, aprendizajes y mi paisaje mediterráneo, que si no lo conoces, creo que de tanto monbrártelo, vas a querer conocerlo. En fin, traigo pilas cargadas para un buen rato, de las que aguantan algunos reveses profesionales de bienvenida, de las recargables con nuevos sueños y caricias amigas.


Por cierto y cerrando con vuelos, el de mi viaje de ida, te acuerdas?, el del retraso, porfín tiene seguimiento y espero feliz desenlace, eso sí, si la compensación es un boleto en primera, la emoción ya no será tanta, porque ahora se que la verdad, no es para tanto.


Mejor me pido el reembolso y nos vamos a recorrer playas lejanas con Tula y Leonardo.