sábado, 7 de noviembre de 2009

Una pausa sin final

Observa la frase que escribió en la arena y no sabe si lleva punto intermedio entre esa sucesión de palabras o simplemente entre los espacios se insinúa una coma. Acaricia su frente con la pluma de ave que encontró medio enterrada en la arena, finalmente se le ocurre que allí va punto y coma, se lo pone antes que la borre la marea.




Los demás se escuchan en algarabía allá en el balcón de la casa, están celebrando algo. Ella de repente, y como de costumbre entre tanta gente, ha pensado que no puede respirar. Sabe que en otro tiempo el hubiera venido tras de ella, a respirar también. Hoy se queda en el aire de la persona que ha escogido para pasar su vida.

Aún hay luz y está suficientemente sobria para que no tiemble su mano ante el ritual de escribir su pensamiento más profundo para dejarlo ir.

Estaba el mar así de tranquilo cuando le preguntó que sentía por ella y viendo su cabello ondularse con el mar no sabía lo que el contestaría. Ella es de las personas que no sabe cuando la fiesta se acabó o cuando en una conversación le toca hablar, cree que muchos seres allá presentes podrían pertenecer perfectamente a otro planeta y aún cree que los imposibles se pueden realizar. No aprendió nunca cuando al finalizar una idea se cierra con un punto o cuando simplemente sobre la pausa se cierne una coma. Cuando se enfrenta a esa duda y no sabe qué poner, sólo piensa aquí va punto y coma.

Quizá él no la quiere por ser está mujer indecisa que no puede presumir con los demás o porque él no cree que existe otro unviverso más allá de ese balcón, porque tendría que creer que si el mundo precisa de gente decidida para triunfar, también necesita de quien pueda dudar de lo que ven sus ojos, de quien pueda cuestionar.

El podrá decidir nunca haberla querido o no quererla nunca más, podrá quedarse en la comodidad de la distancia, ignorarla con la excusa de no herirla o alentarla más. Podrán sus miedos poner palabras en su boca que ella nunca dirá, pero no puede decidir lo que ella por él sentirá. Puede decretar que sea lo que ellos sean acabó, pero no puede evitar que ella haya experimentado que su existencia le daba sentido a la suya.

No, no podrá aspirar el olor de su cuerpo como una fresca mañana, ni depertarlo en la tibieza de sus brazos para sacar la basura. No podrá contarle lo que ha sido que él ya no sea parte de su camino, ni la esperanza que tiene con la llegada de alguien nuevo y precioso a su vida. De como con la paciencia de las olas se ha ido desmoronando el nudo en la graganta que sentía desde ese día, para dar paso a una voz clara, lista para hablar de amor, más fuerte y mejor.

Él no confía en la tregua segura que cobija a una amistad, ni ella en la hipocresía de tratarse como apenas conocidos. No habrá el alivio que deja el sentimiento al ser correspondido, ni la paz definitiva de un adiós cuando deja todo concluido. Lo que se le ocurre que tendrá es una historia que contar a sus nietos en una tarde de playa. Quizá en ese tiempo se hayan inventado nuevas marcas de puntuación y talvez también se hayan encontrado otras desconocidas formas de dar amor.

Respira hondo antes de regresar a la casa. Hoy no hay lágrimas que empañen su vista y se confundan con el mar, ahora sólo es la natural oscuridad que no la deja leer lo que ha escrito...

El amor a veces existe por una razón; punto y coma; y a veces existe sólo porque es amor.

1 comentario:

Jimena dijo...

El punto y coma, me deja suspirando por un caricia, en la pausa seguida de un adiós, en el suspenso de lo mágio del amor;