domingo, 22 de noviembre de 2009

Caceria



Escucho un ruido y me levanto medio dormida, siento la pesadez por la falta de descanso.
Le llamo, como hago cada mañana si no lo encuentro a mi lado, pero al no obtener respuesta después del tercer intento, me lavo la cara y bajo la escalera para buscarlo.

Le vuelo a llamar cariñosamente, con el tono aniñado al que normalmente responde, pero nada. La sala está medio oscura, pero logro ver su silueta inmóvil, que resalta encima de la alfombra café. Me dirijo al refrigerador a por mi jugo de naranja y la luz de éste ilumina la sombra enfrente de él.

No sé que sigue después, si mi grito, mi temblor total o la aceleración de mi corazón ante la escena que por fin descubro. Después de mi parálisis momentánea, reacciono agarrando la escoba, acercándome a mi gato e intentando separarlo de su repugnante presa.

No puedo creer que él, mi gato, tierno y mimoso, al que he criado, al que le compro las mejores croquetas, al consentido mayor de mi casa y mi vida, haya podido cazar una enorme y asquerosa rata.

Estos pensamientos se atropellan, brotando con mis lágrimas de asombro y desesperación, mientras ya en una mano y si saber cómo, tengo una bolsa de plástico en la que introduzco un amasijo de pelos, carne, intestinos y sangre.

La veo bajar, tan chula como siempre. En las mañanas, miauuuu! igual me gusta como huele, como se mueve, como me habla. Hoy va a estar retefeliz, le traje desayuno, para que no tenga que andar cocinando con la cruda, bueno ella le llama resaca. La miro a los ojos cuando luz de esa cosa gris que guarda mi comida me ilumina, creo que se enojó porque no fui brincando hasta su cama, pero es que tengo motivos, ella aún no lo ha visto, por eso, ni me saluda.

Y ahora, por qué está chillando la muy exagerada, ¿Qué espera pa’ venir corriendo, estrujarme y felicitarme? Huelo su miedo, no entiendo porqué se acerca con esa cosa con pelos amarrada a un palo, no sé porqué con esto me hace a un lado de su regalo, que ya empezaba a probar pa’convidarle. Como me aguita verla chillar, me grita y llora, está muy enojada porque me suelta un verbo en esas palabras que no entiendo, como las que habla por esa máquina que hace ruido cuándo mis patas la pisan.

A veces no entiendo lo que hacen los humanos, incluso a ella me cuesta entenderla, todo está bien para un desayuno de domingo, pero la rata ya no está, desapareció junto con ella, que además hoy, cierra la puerta dejándome sobre el zacate con este solazo, sin una caricia de despedida. Probaré con esa que siempre está trepada en la barda, tal vez le guste más, no tiene pelos y la neta, parece que sabe rico.

1 comentario:

jimetap dijo...

Rosa, el banquete del domingo fue traido muy a tiempo, quiza para celebrar, habrá algo que celebrar? o simplmente que es domingo! Las fieras no dejan de cazar, asi que a celebrar mejor. ;)