lunes, 16 de noviembre de 2009

La respuesta



Solo me gustan los hospitales en las series de televisión, los médicos también, como a media humanidad, el Dr. House me fascina, engloba todo eso bueno y perverso del ser humano, con bastón y barba de tres días perpetua.


Pero cuando recibo la llamada, no pienso en enfermedades impronunciables de guión televisivo, un punzante golpe de realidad interrumpe mis vacaciones y corro a reencontrarte desde el pasado a un presente que se me ofusca por momentos.

Tu hermano no ha sido nada preciso, te internaron y quieres verme. Me despido prematuramente del paisaje tropical, con exceso de sudor y falta de fuerzas. Tengo tiempo de recordar la última vez que nos vimos, se acabó el amor, cambiaron las cosas me dijiste, y ahora cuatro años después voy a verte de nuevo.

Las cosas deben irte bien, nada de seguro social, la recepción del hospital es lujosa, funcionó tu negocio o quizás sea cosa de tu pareja. Veo a tu madre en la salita junto a tu habitación, cansada, imperturbable, lejana. Antes de saludarla hablo con la enfermera que atiende tu área, al acercarme al mostrador huelo su Chanel 5, es guapa, la clase de mujer que te gusta pienso, mientras también observo que su cuerpo parece recién retocado por bisturís y liposucciones.

Me presento como tu esposa, me ve de arriba abajo con aire de incredulidad y con una media sonrisa dice que debo estar confundida. Claro ya no soy tu esposa, tu esposa debe haber llegado antes, que absurda me siento, ni tan siquiera sé si tienes otra esposa. Contesto con otra sonrisa a la enfermera de lujo y digo tu nombre, es un amigo añado. Todo va según lo previsto me dice, y luego entornando los ojos y viéndome por encima del hombro, me invita a ocupar la sala de espera junto con los familiares, siento su respuesta aunque muy inconcreta, como buena.

El espacio es agradable, el aire acondicionado el necesario, no huele a hospital, parece que el ambientador también es Chanel planta cuarta. La decoración minimalista, algo zen, el feng shui en toda regla se siente en cada metro cuadrado, realmente las cosas te deben ir bien.

En el sofá blanco del lado de la ventana que da al mar, tu madre hojea una revista, piernas elegantes y cruzadas que se mueven nerviosas cuando llego enfrente. Me reconoce al momento y empieza a llorar mientras deja la revista en la mesita de cristal. No sé qué decir, ella habla mero, un lo siento es lo primero que escucho. Las lágrimas también invaden mis ojos, la imprecisa información de la enfermera pija me había tranquilizado pero la expresión de mi exsuegra, me confunde y me da a entender lo peor. Un accidente te ha dejado paralizado, la operación salió bien pero no se saben aún las consecuencias, es lo primero que pienso, tu moto, esa moto motivo de disputas, al fin te la jugó.

Mi suegra me abraza con ternura y al notar mi angustia me dice que será mejor que tu me lo cuentes. No estás inconsciente al menos, tu madre me ve ahora con extrañeza y luego me dice pobre, que de seguro no sé nada. Que me tranquilice, que no tuviste ningún accidente, que todo está bien o al menos eso parece.

Hay flores violetas en la mesita, me das la espalda, estás viendo el mar por la ventana o quizás duermes. Tu madre sale y se despide con un apretón en mi brazo. No huelo tu perfume, lo cambiaste claro, la luz tenue de la habitación me relaja, no huele a enfermo, mi corazón late con fuerza, quiero estar relajada antes de hablarte, quiero estar serena cuando me veas.

No puedo dejar de ver el mar, me relaja. El efecto de la anestesia ya está llegando a su fin y necesito tranquilidad para contártelo. Me imagino que has sufrido en estas últimas horas, pero supongo que también lo has hecho en los últimos cuatro años. Sé que no entendiste mi brusca partida, porqué te conozco y sé que me amabas y me hubieras seguido amando. Te noto a mi espalda, seguro llevas uno de esos vestidos que tanto me gustan, alguno de un estampado que no conozco, pero que debe sentarte tan bien. Y te huelo, si yo también sigo con el juego de los olores, que como decías te transportan, te sitúan, molestan o convencen y persuaden. Tú hueles a vida, a fuerza, a rebeldía a sensualidad, como envidio tu olor, ese que no se mete en frascos y no se puede pulverizar.

El silencio empieza a sentirse, te sientas a mi espalda, en esa silla de diseño, que como debes estar pensando no encaja para un hospital, pero claro si para uno como este, el más caro de la ciudad. No sé si empezar por hace un mes o por hace más de 4 años cuando acepté lo que me estaba pasando, tú no sabes nada no dejé que lo notaras, no pude compartirlo por cobarde.

Empezaré contándote que hace un mes me tocó la lotería, es algo claro y tangible, aunque puede que no tenga nada que ver en cómo empezó todo, pero me ha llevado hasta este hospital lujoso y me ha servido para seguir con algo que tenía pendiente, algo que va a cambiar mi vida, algo que va a salvarme. De hecho estoy pensando que si abro la boca antes de darme la vuelta, o si simplemente hago eso, me volteo y me ves, las palabras casi no serán necesarias, aunque tú te merezcas tantas.

Siempre he querido ser como tú, es lo único que alcanzo a decir al darme la vuelta en la cama, antes de ver tu rostro repleto de lágrimas. Las mías también brotan imparables, no puedo hablar mis labios tiemblan, quiero tender mi mano y alcanzar la tuya, pero no puedo, no me atrevo, temo tu rechazo, tu repugnancia al ver en lo que me he convertido.

Por sorpresa es tu mano la que se acerca a mi camal, la que seca las lágrimas de mi rostro, la que toca mi cabello mientras lo peina. Tu llanto va dando paso a una sonrisa que adivino es de alivio, sueltas un suspiro que has guardado por años creo. Ahora te ríes, veo tus dientes, hermosos dentro de tu boca que besé por tanto tiempo, como la extrañaba, tu risa, tu cara cerca de mí, tu olor. Me dices que ahora lo entiendes todo, que por fin entiendes.

El me dice que cuando lo supo quiso contármelo pero no pudo, que sabe que sufrí con esos olores femeninos que descubría después de las salidas nocturnas, de esos cambios de humor, de esas incomprensibles razones por las que ya no me hacía el amor.

Y si, después de tanto tiempo, al ver tus cejas tatuadas, tus pómulos perfectos, tu piel depilada, tus labios perfilados, lo entiendo. No puedo dejar de vete, de escuchar la modulación de tu voz ahora más aguda, pero igual de sensual, no puedo dejar de tocar la silicona de tus senos.

Me dices que con el dinero de la lotería esta última operación te convirtió totalmente en mujer. En lo que siempre quisiste ser, en lo que fuiste siempre sin reconocerlo.

Mientras nos abrazamos con fuerza, sueltas una pequeña carcajada mientras me dices que no llore, que aún te queda para que yo me haga unos retoques, que nunca estuve satisfecha con mis pómulos y que eso ahora tiene solución.

Me pides que me quede a pasar la noche, que quieres contarme tantas cosas, yo veo el mar sin soltarte la mano, tu manicura está mucho mejor que la mía pienso. Me siento en el sillón de diseño con piel de vaca junto a tu cama y empiezo a escuchar tu historia, la historia de esta mujer, que un día fue mi esposo, y aunque aún no asimilo lo que acaba de pasar en estas últimas horas, me siento mejor que hace mucho tiempo, nunca pensé que la visita a este hospital más cercano a la serie Nip Tuk, que a ER, por cierto, iba a cerrar tantos interrogantes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Rosaaaa!!
me atrapo por completo como la ves que lo oí.
este ensallo de los hospitales fué muy bueno.
besos
veronica

jimetap dijo...

Lo leí y me vuelvo a emocionar como la vez que lo oí. "Me quede sin palabras, mientras esto merece tantas" Como puede ser que el amor desaparezca y se lo lleve alguien. Que buen desenlace ;)