miércoles, 11 de marzo de 2009

La luna nos alcanza


California había sido un perfecto lugar para pasar las vacaciones familiares, pero como todo lo que empieza termina, emprendimos el viaje de regreso a casa; diez horas de carretera con dos niños pequeños no es nada fácil, hubo que entretenerlos con películas, juegos de video e historias familiares.

Cuando se ocultó el sol, Emilio comento: - Mami, la luna nos alcanza -, mis ojos buscaron en el cielo y contesté: - es verdad, casi nos alcanza -.

Pasada la media noche, los pequeños dormían y el sueño terminó por vencerme, la voz de mi esposo me despertó de golpe, lo escuche decir: - se apagó -, levanté el respaldo de mi asiento reincorporándome para ver que pasaba, me explicó que la camioneta se apagó en la marcha y buscaba un lugar para salir de la carretera, pero el terreno era bastante inclinado, corríamos el riesgo de voltearnos al intentar bajar del camino.

Los caballos perdieron su fuerza y pararon, también mi corazón estuvo a punto de detenerse, estaba en medio del desierto, con dos niños pequeños y en plena madrugada, me sentía totalmente perdida.

Tratando de ser valiente y no pensar en las historias de terror de las carreteras, seguí las instrucciones de mi esposo, me dio una lámpara de mano y me indicó que fuera a la parte trasera del auto para hacer señales a los automóviles que transitaban sobre la carretera, mientras él revisaba el sistema eléctrico del carro por sí ahí estuviera la anomalía.

Abrí la puerta del auto y baje, la maleza me llegaba a las rodillas, sin levantar mi vista del suelo, me abrí paso con dificultad, temerosa de encontrarme con algún habitante del desierto.
Mis manos sostenían con fuerza la lámpara mientras pensaba en lo afortunada que era por tenerla, pues se había convertido en un instrumento valioso para salvar nuestras vidas. Me sorprendió darme cuenta que podía ver aún sin ella, empecé a observar el paisaje del desierto, podía ver la maleza, los sahuaros y las choyas, a mi derecha un árbol de palo fierro y la línea recta de la carretera se dibujaba perfectamente, estaba totalmente iluminado, levanté mi vista y me encontré con la más bella luna llena que ese Agosto podría haber tenido, parecía hablarme y lo hizo, me sentí tan pequeñita observando la obra maestra del Creador, pude verlo en todo su esplendor y poderío y entender, que al igual que la lumbrera de la noche, también soy su creación y a diferencia de ella, soy su hija. Entonces levanté una plegaria al Padre Celestial, confiando en que todo lo bueno y lo perfecto viene del cielo, deseaba que nos sacara del peligro en el que nos encontrábamos, no había terminado mi oración, cuando veo que un automóvil que transitaba en sentido contrario a nosotros, da vuelta y pasa frente a mis ojos, alcancé a ver un letrero que decía: SERVICIO GRATUITO HASTA LA PROXIMA CASETA, con un grito lleno de emoción, le anuncio a mi esposo que viene una grúa.

El chofer tuvo que estacionarse sobre la carretera, al bajar hace la pregunta acostumbrada, -¿qué les pasó? , después comenta, - iba por otro auto, pero éste tiene prioridad -, sus últimas palabras tocaron fuertemente mi corazón, mi pensamiento fue, gracias Dios por darme prioridad.


Pronto nos encontramos en la caseta de la carretera, seguros y a salvo.

Mi hijo tenía razón, esa noche la luna me alcanzó, mostrándome a través de su belleza, el inmenso amor, del Todopoderoso sobre mi vida.
Ejercicio:Situación Limite
Escrito por: Marisela Samaniego

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