miércoles, 4 de marzo de 2009

Fingir la vida











Desde aquí abajo se oye el inquietante movimiento de la tierra, las lluvias apenas llegan, el calor aumentaba, la tierra seca cruje sedienta de humedad. Nosotras mientras sudábamos la vida acumulada, aprovechamos las noches de sereno para salir a tomar aire fresco, recolectar provisiones y deambular.

Las primeras lluvias cayeron limpiando el verdor, luego llegaron más escurriendo río abajo, con ellas se fueron abriendo nuevos caminos, desmesurando raíces, lavando la tierra por donde pasó la primera capa del año. Las orillas del río empaparon la dureza de la tierra, los túneles se hicieron lodo, cayeron madrigueras y ese día las gotas golpearon la puerta para salir.
Así pues esperamos la calma de la noche, cargadas todas, soltamos la tensión y brincamos! aventurándonos río abajo, pataleando con fuerza tomamos la corriente para mantenernos siempre juntas. Tardamos en suavizar los tejidos, coordinar el movimiento bajo el agua, que nos amortiguaba muy bien el camino. No paso mucho para tener confianza, estirar las tenazas, pellizcar, salir del caparazón, dar piruetas y seguir navegando; curvas, bajábamos y de golpe la corriente nos jalaba para escondernos, y la calma volvía, volvíamos a salir, habíamos entrado en una capsula donde viajábamos entre el fondo fangoso y el río correlón. Ahí dentro protegidas era fácil flotar y fingir que nadábamos mientras nos deslizábamos dándonos el mejor de los baños, estirando comisuras, sueltas en la corriente nos inundaba un espacio oscuro de burbujas y bichos fluorescentes, era esta la ventana mas cómoda de mirar y seguir fingiendo que nadábamos.

Las aguas dulces tocaron arenas saladas y en un endulzar del mar la corriente nos llevo a parar el camino; nos encontrábamos en un estanque socavando con intención de traspasar al mar. Ahí la sal rompió el viaje despertándonos el insitito, acordándonos que teníamos que salir y llegar al mar antes del amanecer. Teníamos poco tiempo ya, si no queríamos ser el manjar de las gaviotas en la mañana y perder en ella toda descendencia.

¡Rápido! ¡Rápido! salimos del agua cuesta arriba, valientes, exfoliadas, frescas y recobrando los sentidos oímos crujir con fuerza al mar. Para ese entonces habían otras arriba de la loma, cientos de cangrejas tapizaban el horizonte, habían chicas y grandes, rojas y prietas, nos fuimos convirtiendo en una mancha roja que atentaba contra el mar.
Avance de lado para abrirme paso y logre trepar a una, estirar los ojos y parpadeé. ¡Era aquella una noche hermosa! el camino blanco de la luna invitaba al mar, suspire y volví la mirada abajo. ¿Cómo vamos a entrar con esas olas? Si vienen una, mas rápido que la otra, nos han cerrado el paso y aparte andan echándonos espuma. No se como pero tenemos que intentarlo. Tenemos que correr rápido, brincar, picar la ola, nadar con velocidad mar adentro, nadar, nadar, aferrarse al fondo, penetrar la arena, escarbar, decantar la emoción para poder al fin, desovar.

Baje a la arena y sentí como temblaban las armaduras rojas del horror, pasos adelante, pasos para atrás. -Nadie avanzaba- Paso el tiempo y el mar seguía golpeando la costa sin medida. La luna brilló, y desde allá una ola se estiro, nos recogió en un abrazo y sin parpadear volvimos todas a nadar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Fiuuuu....jijijiji
mi niña quedo padrisimo, TQM
la necia

Anónimo dijo...

interesante e ingenioso