viernes, 24 de octubre de 2008

¿LITERATURA "FEMENINA"?

(Olga Starzak)

Días atrás me enfrenté, con cierta molestia, a una pregunta a la que de una manera u otra se han enfrentado muchas mujeres que escriben. Ni hablar de las mujeres que han tenido la fortuna de ser reconocidas precisamente por ser escritoras, y se ven analizadas, criticadas, desvalorizadas y hasta discriminadas por el mundo editorial, y por sus propios pares, los hombres, por el sólo hecho de pertenecer al sexo opuesto y “atreverse” a hacer literatura: literatura “femenina”. ¿Sobre qué les gusta escribir a las mujeres?... fue la pregunta del colega; tendría que haber respondido con un ¿…y a los hombres? Pero yo sabía lo que escribían... porque las mujeres conocemos lo que escriben los escritores en general, sin distinción de sexo: los clásicos, los universales, los contemporáneos, los latinoamericanos, los regionales... Entonces pensé: el advenimiento de la mujer al ámbito de la literatura data de varios siglos atrás, cuando –con coraje, con el mismo coraje de hoy– comenzaron a ganarse un lugar en el mundo imponiendo la fuerza que les permitiera –en una cultura patriarcal– dejar las funciones impuestas, para manifestarse a través de su propia voz. Pero no lo hicieron sólo en el mundo de las letras; lo hicieron también en el teatro, en la plástica, en la política, en la economía… y hasta en las ciencias. Sólo que vaya a saber porqué cuestiones nadie habla de “La ciencia femenina”, o “El teatro femenino”. Quizás en el primero de los ejemplos sea porque son aún pocas las mujeres que se han destacado sobre los hombres; en el segundo, porque el porcentaje entre los géneros es bastante similar. No aparece entonces el conflicto.
A lo largo de esta discusión que ha llevado (sin lugar a dudas, a los hombres) a conceptualizar como “Literatura Femenina” a un subgrupo de la Literatura, con una mirada separatista y si se quiere menospreciada, se ha hablado de “literatura femenina” para señalar a aquella que escriben las mujeres sobre mujeres, o “literatura feminista”, a aquella que escriben las mujeres para defender sus derechos frente a los hombres. También a la que tiene como protagonistas a mujeres, o a la que trata sólo de temas concernientes a ellas (y en donde cobran relevancia temas como el embarazo, el parto, la crianza de los hijos, los procesos de la evolución femenina, etc.).
Lo primero que viene a mi mente es pensar en la literatura como lenguaje, como expresión, como estructura estética que no conoce de sexos. Es estar convencida de que independientemente de la temática de una novela, de un cuento o un poema, una obra literaria PUEDE SER ESCRITA por cualquier persona, más allá de su condición genérica. Este concepto tiene origen en pensar a la literatura como actividad resultante de la IMAGINACIÓN, no sólo de la experiencia personal, de la historia de vida, de las vivencias y hasta de las posibilidades y limitaciones consecuentes de la naturaleza biológica.
En cuanto seres creativos que somos, los personajes de nuestras ficciones surgen de la aptitud o no para desarrollar esa destreza, ejercer un estilo, adoptar una forma. Si a esto le sumamos, en igual importancia, que la lengua brinda a todos las mismas oportunidades, que las construcciones gramaticales, innumerables, son igualmente posibles de utilización, podría tal vez arriesgarme a decir que la literatura acepta una sola diferenciación: la buena y la mala; y hasta esto es también digno de discusión, por cuanto la subjetividad no es pasible de valoración conceptual.
Creo que sí es cierto que a partir de la irrupción de la mujer al mundo de las letras, la literatura se benefició por una suerte de renovación emocional; y que aparecen elementos distintivos que tienen que ver con el abordaje de temáticas desprejuiciadas, osadas y hasta liberales, tal vez como producto de los tantos años en que las mujeres hemos sido condenadas al silencio por prohibiciones culturales.
Que la Academia Sueca haya elegido ya por undécima vez a una mujer para condecorarla con el máximo galardón en Literatura, es sólo una muestra de que los hombres del mundo van aceptando que la sociedad, y por ende el arte, se construye a través de la unión de hombres y mujeres.

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