sábado, 17 de julio de 2010

VIRTUDES CAPITALES


Mi virtud capital empezó estando yo dormida, me volteé y sentí en mi mejilla en lugar de lo blando de la almohada, un cartón duro, desperté y me di cuenta de que mis padres habían puesto un libro para sorprenderme.
Ese libro marcó mi vida, me atrapó el entusiasmo que ponía la protagonista en buscar la parte buena o agradable de cuanto le sucedía. Decidí como ella siempre ver el lado bueno de las cosas y de las personas, hacía lo posible por lograr que la gente a su alrededor fuera feliz, yo era una niña de diez años y pensaba que esa sería mi manera de actuar en adelante, sería feliz y haría felices a quienes estuvieran cerca de mi.
Esto no quiere decir que nunca me enojara o nunca juzgara los comportamientos de otras personas un poco duramente, como se me había enseñado, a veces también me dejaba arrastrar por las rabietas de otras personas.
Lo que hice fue adoptar la frase “piensa bien y acertarás” contraria al pensamiento de la mayoría, no sé si por dar la contra o por pensar en la bondad de la gente antes que en la maldad.
Ese maravilloso libro me hizo aficionada a los cristales colgados de la ventana para formar arco iris en las paredes y en el suelo cuando reflejaban el sol, porque la protagonista con eso alegraba su vida y la de un anciano. Lo sigo haciendo, cuelgo cristales para deleite de mis nietos
Mientras fui adolecente me deshacía de mi hermanita menor, contándole unas historias fantásticas y prometiéndole que si me dejaba ir sola con mi amiga, le traería pescaditos de dulce que encontraría en un lugar secreto, cuando se los entregaba éramos felices las dos, esos pescaditos los hacían en una dulcería local y eran de caramelo duro, de colores fuertes, verdes, rojos, azules y anaranjados; me hacía feliz ver a mi hermana tan contenta
Me funcionó muy bien ser entusiasta y optimista la mayor parte del tiempo.
¡Ah¡ pero me ha traído montones de problemas cuando ya fui adulta o mejor diré cuando mis amigas crecieron.
Una vez comentó una amiga que su marido sólo venía a la ciudad los fines de semana, yo con una sonrisa le dije: ¡que bien eres la chica del fin de semana! Ella muy prudente se quedó callada, después supe que durante la semana el canijo vivía con otra mujer.
En otra ocasión, alguien que todavía no me conocía bien pero que se dio cuenta de que yo era muy risueña y por costumbre soltaba unas carcajadas enormes comentó que yo o era muy insolente o muy pendeja.
Lo supe después de su propia voz, cuando se dio cuenta de que ni era mi intención lastimar, ni tampoco era tan pendeja. A veces mi manera de ser alegre y abierta ha dado pié a malas interpretaciones, pero eso no me preocupa por largo rato las personas afectadas de “El mal pensar” sufren golpes muy severos al encarar la realidad y darse cuenta de que la maldad radica en ellas, no en el objeto de sus juicios… o sea Yo.
Con los años he oído que los optimistas son pesimistas mal informados, eso me puso a pensar seriamente en mi cordura, pero después leí que una persona con entusiasmo tiene dentro de si a Dios.
Me he puesto ya en concordia con mi manera de ser y he hecho mías las palabras de un Secretario de Educación Mexicano:

Un optimista no es un ingenuo,
un optimista es alguien que ha probado la hiel Y EL VINAGRE
y ha encontrado la fuerza para seguir el camino
consciente de que el mundo es un lugar que se puede mejorar.

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