lunes, 8 de febrero de 2010

Un deseo


Estuve en la hermosa ciudad de Álamos hace apenas dos semanas. Disfruté su hospitalidad, arquitectura, su renombrado Festival, las personas que me acompañaron, las que descubrí, el frió y la chimenea de aleteos y destellos reconfortantes.
Pero disfruté una vez más, las sonrisas, las palabras, las miradas, los inventos y el cariño de ellos: los niños. Me tocó trabajar en un taller al que llamo, Jugando con los cuentos, con un grupo de 24 niños de la escuela pública Lázaro Cárdenas de esta ciudad. Ellas, la mayoría y ellos, los menos pero tan involucrados, captaron al instante la esencia del trabajo. Se trataba de jugar, de imaginar, de compartir, de mostrarse, de escuchar..., todo alrededor del cuento, teniendo a este como excusa y elemento fundamental, para despojarse por unas horas de ataduras, de opresiones, de convencionalismos.
El lugar casi perfecto, la biblioteca de la escuela, algo pequeña, éramos muchos, pero suficiente. Una mesa para escribir, dibujar, debatir y claro !merendar! Un pequeño escenario improvisado donde practicar algunas habilidades escénicas intuidas y otras aprendidas y espacio para juegos y dinámicas de acercamiento.
Y en una de estas discusiones y ejercicios de descubrimientos y presentaciones, pedimos un deseo o mejor dicho varios, cada uno debía compartirnos el suyo. Los escuchamos uno por uno, algunos salieron con voz decidida, otros con mirada baja, tímidos, unos pocos de carácter totalmente materialista, pero al hacer recuento, la mayoría son parecidos, y se convierten en casi un deseo unánime entre los 24: Esas niñas y niños piden amor. Sobretodo de sus padres hacia ellos, entre sus propios padres, entre ellos mismos. Piden ser queridos, aceptados, escuchados, respetados, valorados.
Después de ese ejercicio, nos damos las gracias y en ese primer día establecemos una norma común para los demás días: Nos damos mucho cariño, repartimos y recibimos amor. Nos abrazamos, nos escuchamos, nos respetamos, nos reímos.
Esas niñas y niños de papás y mamás mineros, rancheros, peluqueras, desempleados, inventaron cuentos sobre la amistad, la competencia, la generosidad, el miedo, la tierra, todos rebosando amor y gratitud.
Yo les agradezco esa semana y deseo que se cumplan todos sus sueños.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estarás, consiente que serás una marca para el crecimiento y personalidad de esos niños, que orgullo, siempre recordaran aquella maestra pelirroja de acento español que les escucho y enseño tantas cosas lindas.
Felicidades Rosa
veronica

Margarita Oropeza dijo...

Pues mira, chica... te envidio la vivencia, el amor dado y recibido, pero también la chimenea encendida mientras dormías. Ah... en mi niñez de inviernos helados y tecnología rudimentaria, era un calentón de leña delicioso el que me arrullaba.
Kiss.